viernes, 12 de junio de 2015

James Hillman: Acerca del alma, el carácter & la vocación

Entrevista por Scott London
(Traducción de Enrique Eskenazi)

Scott London: Ud. ha escrito y dado clases acerca de la necesidad de revisar la psicoterapia a lo largo de más de tres décadas. Ahora, de improviso, el público parece receptivo a sus ideas: Ud. figura en las listas de bestsellers y en las charlas de TV. ¿Por qué cree que su obra imprevistamente ha tocado una cuerda?
James Hillman: Creo que está habiendo un cambio de paradigma en la cultura. La antigua psicología ya no funciona más. Demasiada gente ha estado analizando su pasado, su niñez, sus recuerdos, sus padres, y dándose cuenta de que no hace nada- o de que no hace lo suficiente.
James Hillman
James Hillman
London: Ud. no es una figura muy popular dentro del mundo institucional de los terapeutas.
Hillman: No soy crítico con la gente que hace psicoterapia. Los terapeutas que están en primera línea tiene que hacer frente a un enorme caudal de los fracasos sociales, políticos y económicos del capitalismo. Son sinceros y trabajan duro con muy poca credibilidad, y el sistema y las compañías farmacéuticas intentan eliminarlos. De modo que realmente no intento atacarlos. Lo que ataco son las teorías de la psicoterapia. Uno no ataca a los heridos de Vietnam, sino a la teoría detrás de la guerra. No es error de nadie que haya luchado en esa guerra. La guerra misma era el error. Lo mismo ocurre con la psicoterapia. Transforma todos los problemas en problemas subjetivos, internos. Y no es de allí de donde vienen los problemas. Provienen del entorno, las ciudades, la economía, el racismo. Provienen de la arquitectura, de los sistemas de enseñanza, del capitalismo, de la explotación. Vienen de muchos sitios que la psicoterapia no trata. La teoría de la psicoterapia lo vuelve todo sobre ti: tú eres el que está mal. Lo que intento decir es que si un muchacho tiene problemas o está desanimado, el problema no está simplemente dentro del muchacho; también está en el sistema, en la sociedad.
London: No se puede arreglar a la persona sin arreglar la sociedad.
Hillman: No lo creo. Pero no creo que nada cambie hasta que no cambien las ideas. El punto de vista corriente de los norteamericanos consiste en creer que algo está mal en la persona. Tratamos a las personas de la misma manera que tratamos a los coches. Llevamos el pobre muchacho al doctor y preguntamos "qué no funciona en él, cuánto costará y cuándo podemos pasar a buscarlo". No podemos cambiar nada hasta que tengamos ideas frescas, hasta que empecemos a ver las cosas diferentemente. Mi objetivo es crear una terapia de las ideas, tratar de aportar nuevas ideas, de modo que podamos ver de modo diferente los mismos viejos problemas.
London: Ud. ha afirmado que escribe a partir de "la rabia, el disgusto y la destrucción"
Hillman: Me he encontrado con que la psicología contemporánea me enfurece con sus ideas simplistas acerca de la vida humana, y también su vacío. En la cosmología que subyace a la psicología, no hay ninguna razón para que estemos aquí o hagamos algo. Nos vemos compelidos por los resultados del Big Bang, hace billones de años, que eventualmente produjo la vida, que eventualmente produjo a los seres humanos, y así sucesivamente. Pero y yo? Soy un accidente, un resultado -y por consiguiente una víctima.
London: ¿Una víctima?
Hillman: Bueno, si sólo soy un resultado de causas pasadas, soy una víctima de estas causas pasadas. No hay mayor significado detrás de las cosas que proporcione una razón para estar aquí. O, si lo considera desde una perspectiva sociológica, soy el resultado de la crianza, la clase, la raza, el género, los prejuicios sociales y la economía. Nuevamente soy una víctima. Un resultado.
London: ¿Y qué acerca de la idea de que nos hacemos a nosotros mismos, de que puesto que la vida es un accidente, tenemos la libertad de transformarnos en lo que queramos?
Hillman: Sí, adoramos la idea del hombre que se ha hecho a sí mismo (self-made man), de otro modo iríamos a la huelga en contra de que Bill Gates tenga todo ese montón de dinero! Adoramos esa idea. Votamos por Perot. Creemos que es un hombre honesto, maravilloso, grande. Enviamos dinero para su campaña, a pesar de que es uno de los capitalistas más ricos en nuestra cultura. Imagínese, enviar dinero a Perot! Es increíble, y sin embargo es parte de ese culto a la individualidad.
Pero la cultura está pasando por una depresión psicológica. Nos preocupa nuestro lugar en el mundo, ser competitivos: ¿tendrán mis hijos tanto como tengo yo? ¿Llegaré a tener mi casa propia? ¿Cómo puedo comprarme un coche nuevo? ¿Me quitarán los inmigrantes mi mundo blanco? Toda esta ansiedad y depresión arroja dudas acerca de si puedo lograrlo como un individuo heroico estilo John Wayne.
London: En "El código del alma" Ud. habla acerca de "la teoría de la bellota". ¿Qué es eso?
Hillman: Bueno, es más un mito que una teoría. Es el mito de Platón de que uno llega al mundo con un destino, aunque él emplea la palabra "paradigma" o arquetipo en lugar de destino. La teoría de la bellota dice que existe una imagen individual que le pertenece a tu alma.
El mismo mito puede encontrarse en la kabbalah. Los Mormones también lo tienen. Los Africanos también lo tienen. Los Hindúes y los Budistas también lo tienen de diferente manera -lo vinculan más con la reencarnación y el karma, pero aún así uno llega al mundo con un destino particular. Los indios americanos también lo tienen y muy fuerte. De modo que todas estas culturas a lo largo del mundo tienen esta comprensión básica de la existencia. Sólo la psicología americana no la tiene.
London: En nuestra cultura tendemos a pensar en la vocación en términos de "profesión" o "carrera".
Hillman: Sí, pero la vocación puede referirse no sólo a maneras de hacer -esto es, trabajo- sino también a maneras de ser. Por ejemplo ser amigo. Goethe decía que su amigo Eckermann había nacido para la amistad. Aristóteles hacía de la amistad una de las grandes virtudes. En su libro sobre ética, tres o cuatro capítulos están dedicados a la amistad. En el pasado, la amistad era algo inmenso. Pero para nosotros es difícil pensar en la amistad como una vocación, porque no es una profesión.
London: La maternidad es otro ejemplo que viene a la cabeza. De las madres se espera que tengan una vocación, por encima y más allá de ser una madre.
Hillman: En efecto, no es suficiente sólo ser madre. No es sólo la presión social sobre las madres por parte de ciertos tipos de feminismo y otras fuentes. También hay presión económica. Es una terrible crueldad del capitalismo depredador: ambos padres tienen que trabajar ahora. La familia debe tener dos fuentes de ingreso a fin de comprar las cosas que son deseables en nuestra cultura. De modo que la degradación de la maternidad -el sentimiento de que la maternidad no es en sí misma una vocación- también surge por la presión económica.
London: Qué implicaciones tienen sus ideas para los padres?
Hillman: Creo que lo que digo debiera aliviarlos enormemente y hacerlos desear prestar más atención a su hijo, este extraño que ha aterrizado en medio de ellos. En lugar de decir "Este es mi hijo" deben preguntarse "¿Quién es este niño que ocurre que es mío?" Entonces tendrán mucho más respeto por el niño y tratarán de tener abierto los ojos para las ocasiones en que el destino del niño pudiera mostrarse -como en la resistencia en la escuela, por ejemplo, o un conjunto de síntomas raros en un año, o una obsesión con una cosa u otra. Quizás allí esté ocurriendo algo muy importante que los padres no habían advertido antes.
London: Los síntomas son vistos usualmente como debilidades.
Hillman: En efecto, de modo que se busca algún tipo de programa médico o terapéutico para liberarse de ellos, cuando los síntomas podrían ser la parte más crucial del niño. En mi libro hay muchas historias que ilustran ésto.
London: ¿Cuánta resistencia ha encontrado a su idea de que eligimos a nuestros padres?
Hillman: Bueno, le molesta a mucha gente que odia a sus padres, o cuyos padres fueron crueles, abusaron de ellos o les abandonaron. Pero si uno considera la idea un momento, es sorprendente cómo puede liberarlo a uno de mucha culpa y resentimiento y fijación en los padres.
London: Tuve una larga discusión sobre su libro con una amiga que es madre de una niña de seis años. Si bien acepta la idea de que su hija tiene un potencial único, acaso incluso un "código", está preocupada de lo que eso puede significar en la práctica. Teme que pudiera abrumar a la niña con muchas expectativas.
Hillman: Esa es una madre muy inteligente. Creo que la peor atmósfera para una criatura de seis años, es aquella en la que no hay ninguna expectativa. Esto es, es peor para el niño crecer en un vacío donde "lo que hagas está bien, estoy segura de que triunfarás". Esta es una manifestación de desinterés. Dice: "Realmente no tengo ninguna fantasía para tí". Una madre debiera tener alguna fantasía sobre el futuro de su hijo. Por lo menos aumentará su interés en su hijo. No se trata de convertir la fantasía en un programa para que el niño vuele en avión a lo largo del país. Eso sería la satisfacción de los propios sueños de los padres. Eso es diferente. Tener una fantasía -la cual el niño intentará cumplir o contra la cual se rebelará furiosamente- da al menos al niño alguna expectativa que cumplir o que rechazar.
London: ¿Y qué piensa de la idea de someter los niños a tests para determinar sus aptitudes?
Hillman: Las aptitudes pueden mostrar la vocación, pero no son el único indicador. Las ineptitudes o limitaciones pueden revelar aún más la vocación que el mismo talento, curiosamente. O puede haber una formación muy lenta del carácter.
London: ¿Cuál es el primer paso para entender la propia vocación?
Hillman: Es muy importante preguntarse a sí mismo: "Cómo puedo ser útil a los demás? ¿Qué quieren la gente de mí?" Esto bien podría revelar para qué está uno aquí.
London: Ud. ha escrito que "la gran tarea de cualquier cultura es mantener los invisibles en contacto". ¿Qué quiere decir con ello?
Hillman: Es una idea difícil de explicar sin abandonar la psicología e introducirse en la religión. No hablo sobre quiénes son los invisibles, o dónde viven o qué quieren. No hay teología en ello. Pero es el único modo en que los humanos podamos dejar de ser tan humano-céntricos: permanecer vinculados a algo otro que humano.
London: ¿Dios?
Hillman: Sí, pero no tiene que ser necesariamente algo tan elevado.
London: ¿Nuestra vocación?
Hillman: Creo que el primer paso es darse cuenta de que cada uno de nosotros tiene tal cosa. Y luego debemos mirar hacia atrás en nuestras vidas y considerar algunos de los accidentes y curiosidades y rarezas y problemas y enfermedades y comenzar a ver más en estas cosas de lo que habíamos visto antes. Plantea preguntas, de modo que cuando ocurren esos pequeños y peculiares accidentes, uno se pregunta si hay algo más en acción en nuestra vida. No tiene que involucrar necesariamente una experiencia extra corporal durante una intervención quirúrgica ni el tipo de magia de alto nivel que la New Age intenta meternos. Es más una sensibilidad, tal como la que tendría una persona que viviera en una cultura tribal: el concepto de que hay otras fuerzas en acción. Un modo de vivir más reverencial.
London: En algunos sentidos UD. es un crítico de la Nueva Era (New Age). Sin embargo he advertido que un par de críticos de "El código del alma" lo han colocado en la categoría de New Age. ¿Qué siente al respecto?
Hillman: Bueno, algunos críticos tienen prejuicios cientificistas. Para ellos, mi libro debería ser ciencia o sino charlatanería new age. Es muy difícil encontrar una tercera alternativa en nuestra sociedad tan competitiva. Tomemos el caso del periodismo, donde todo se presenta como una persona en contra de otra: "Ahora vamos a escuchar la posición opuesta". Nunca hay un tercer enfoque.
Mi libro es acerca de un tercer enfoque. Dice, sí, hay genética. Si, hay cromosomas. Sí, hay biología. Sí, hay entorno, sociología, padres, economía, clase, y todo eso. Pero hay también algo más. De modo que si viene a mi libro desde el ángulo de la ciencia, lo verá como "new age". Si viene al libro desde el ángulo de la new age, dirá que no va lo suficientemente lejos- es demasiado racional.
London: Recuerdo una charla pública que Ud. dio hace tiempo. La gente quería preguntarle todo tipo de cuestiones acerca de su visión del alma, y Ud. parecía un poco irritado con ellos.
Hillman: He estado luchando con estas cuestiones durante treinta y cinco años. A veces me irrito en una situación pública porque pienso, Oh Dios, no puede volver a eso de nuevo. No puedo poner eso en una respuesta de dos palabras. No puedo. Donde quiera que vaya, la gente dice "¿Puedo hacerle una pregunta rápida?" Siempre es "una pregunta rápida". Bueno, mis respuestas son lentas. (Risas)
London: Antes mencionó a Goethe. El observó que nuestra mayor felicidad reside en practicar un talento para el que fuimos hechos. ¿Somos tan desgraciados, como cultura, porque estamos disociados de nuestros talentos innatos, nuestro código del alma?
Hillman: Creo que somos desgraciados en parte porque tenemos solo un dios, y es la economía. La economía es un porteador de esclavos. Nadie tiene tiempo libre, nadie tiene ocio. Toda la cultura está bajo una presión terrible y fraguada de preocupaciones. Es difícil salirse de esa caja. Esa es la situación dominante en todo el mundo.
Además, veo la felicidad como un derivado, no como algo que se persigue por sí mismo. No creo que pueda perseguirse la felicidad. Creo que esa frase es uno de los pocos errores que cometieron los Padres de la Constitución. Quizás querían decir algo distinto a lo que entendemos hoy - la felicidad como el propio bienestar en la tierra.
London: Es difícil perseguir la felicidad. Parece acercarse a uno sigilosamente.
Hillman: Ikkyu, el monje loco japonés, tiene un poema que dice:
Uno hace esto, uno hace aquello
uno discute a la izquierda, uno discute a la derecha,
uno desciende, uno asciende,
esta persona dice no, uno dice sí,
adelante y atrás
uno es feliz
uno es realmente feliz

Lo que está diciendo es: Detén todo ese absurdo. Realmente eres feliz. Detente por un minuto y te darás cuenta de que eres feliz simplemente siendo. Creo que es la búsqueda lo que echa a perder la felicidad.Si abandonamos la búsqueda, está aquí mismo.
This Q&A was adapted from the public radio series "Insight & Outlook." This translation was made from the original English. It's also available in Italian (translated by Rinaldo Lampis). An expanded version of the interview — with additional questions contributed by journalist Russ Spencer — appeared in the March 1998 issue of The Sun magazine under the title, "From Little Acorns: A Radical New Psychology."

jueves, 4 de junio de 2015

La conexión entre la mente y el sistema inmune (o la psicología profunda de la enfermedad)

Tomado de: http://pijamasurf.com/2015/02/la-conexion-entre-la-mente-y-el-sistema-inmune-o-la-psicologia-profunda-de-la-enfermedad/

En los últimos años se ha gestado discretamente un cambio de paradigma dentro de la ciencia, de la visión cartesiana reduccionista que cortaba de tajo y dejaba prácticamente incomunicados al cuerpo y a la mente, a una visión más inclusiva que considera a la mente-cuerpo como un solo sistema, dando lugar a disciplinas como la psicobiología y la psiconeuroinmunología. Hoy sabemos que nuestro estado de ánimo y los estímulos del medio ambiente tienen efectos a nivel celular y son tanto o más importantes para nuestra salud que nuestros genes. “La vieja forma de pensar era que nuestros cuerpos eran entidades biológicas estables, fundamentalmente separadas del mundo externo”, dice Steven Cole, profesor de medicina en UCLA. “La nueva forma de pensar es que hay mucha más permeabilidad y fluidez… nuestro cuerpo es literalmente producto del ambiente”.
Cole, moviéndose entre la ciencia dura y aspectos más suaves relacionados con el problema mente-cuerpo, intenta determinar la relación entre la “felicidad” y el sistema inmune: cómo reaccionan nuestras células a lo que subjetivamente llamamos felicidad –acaso así haciendo tangible lo que es la felicidad, encontrando una respuesta a esta pregunta milenaria, aunque desde la perspectiva parcial del cuerpo. Su trabajo lo ha llevado a concluir que “no hay duda de que la mente y el sistema inmune están ligados”.
Entrevistado por The Atlantic, Cole explica que experiencias negativas como un diagnóstico de cáncer, la depresión, el estrés, el trauma o el bajo estatus socioeconómico pueden afectar el perfil inmunológico de una persona. Mientras que “las experiencias de felicidad y la percepción de esas experiencias en nuestro cuerpo” también producen cambios en nuestros mecanismos biológicos, en sentido opuesto. Cole cree que estas experiencias positivas son capaces de “remodelar nuestra composición celular”. La antigua división entre el cuerpo y la mente que ha acompañado a la ciencia en sus fundamentos por tantos años no se sostiene: es prácticamente imposible que lo que experimentamos mentalmente (la imaginación, la fantasía, el pensamiento, la preocupación, la relajación, etc.) no se reproduzca también en nuestro cuerpo. Nuestra salud no sólo es el cúmulo de todas las cosas que hemos ingerido, el ejercicio que hemos hecho y nuestros genes, es también el agregado de todos nuestros pensamientos y emociones (nuestro cuerpo no puede dejar de registrar todos nuestros estados mentales y reprogramar su funcionamiento a partir de ellos).
Lo anterior nos obliga a tomar responsabilidad por lo que ocurre en nuestra mente en cada momento, sabiendo que, si bien un pensamiento aislado o una emoción fugaz seguramente no debilitarán significativamente nuestra inmunidad, la reiteración de nuestras formas de pensamiento y reacciones ante el mundo van apilándose y forman los hábitos y patrones que llegan a determinar nuestro estado de salud general.  O, con mayor precisión: “La experiencia que tienes hoy afectará la composición de tu cuerpo por los siguientes 80 días, porque eso es el tiempo que tardan la mayoría de los procesos celulares”, dice Cole. ¿A cuántos ciclos de estrés de 80 días hemos sometido a nuestras células? 
“Una de las funciones principales de la mente es mantener a bajo nivel la presión o, mejor dicho, no permitir que la presión surja desde un inicio”, dijo Manly P. Hall hablando sobre el “simbolismo psíquico” de algunas enfermedades. La mente, que es el regulador metabólico de todos los procesos orgánicos y que tiene la capacidad compensar desequilibrios con su acción intencional. Hay diferentes formas de ver esto, si tenemos una tendencia a estresarnos fácilmente puede generar el efecto contrario al deseado. Este pensamiento de preocupación o de frustración o de odio, puede ser la semilla de una enfermedad. Tal vez puedas percibirlo como una presión extra sobre tu facultad mental. Esto es una forma de verlo. Por otro lado también puede ser un respiro: tu actitud, la forma en la que empleas tu mente y la forma en la que te relacionas con el mundo puede sanarte, puede afectar directamente tus células y mantenerlas, como una brigada de soldados contentos y comprometidos con la estrategia nacional, atacando a tus enemigos verdaderos (y no volteándose en tu contra).
El sistema inmune tiene dos funciones principales: luchar contra agentes infecciosos y causar inflamación. La primera función es la que consideramos generalmente como señal de que nuestro sistema inmune funciona adecuadamente, en equilibrio, dirigiendo sus esfuerzos contra las verdaderas amenazas que enfrenta nuestro cuerpo. La segunda función, la inflamación, es en muchos casos el resultado de una sobreexcitación, ya sea porque introducimos agentes tóxicos a nuestro cuerpo (o que nuestro cuerpo percibe como tóxicos, como es el caso de algunas intolerancias a alimentos que la mayoría de las personas toleran perfectamente bien) o porque el estrés hace que nuestro sistema inmune esté combatiendo permanentemente enemigos invisibles –ya no virus o bacterias, sino quimeras. Además de causar dolor, la inflamación puede también dañar el tejido y con el tiempo producir una cuantiosa serie de enfermedades (la mayoría de las enfermedades neurodegenerativas, por ejemplo, parecen estar ligadas a la inflamación).
Cole realizó un estudio con sus alumnos cuyos resultados nos ayudan a entender mejor cómo nuestra psicología profunda se refleja en nuestro sistema inmune. En el estudio se midió el perfil de expresión genética de un grupo de voluntarios y se relacionó con una evaluación de sus niveles de felicidad. Un mejor perfil de expresión genética significa una mayor respuesta antiviral  y una menor respuesta inflamatoria. La evaluación de la felicidad se dividió en la felicidad “hedonista” y la “felicidad eudaimónica”. “La felicidad hedonista es el estado de ánimo elevado que experimentamos después de un evento de vida externo, como comprar una casa”, la eudaimonia es “nuestro sentido de propósito y dirección en la vida, nuestro involucramiento con algo más grande que nosotros”, explica Cole. El estudio mostró una notable correlación entre la felicidad eudaimónica y un mejor funcionamiento del sistema inmune. 
El estrés crónico que reduce la felicidad eudaimónica, sugiere Cole, puede acortar la longitud de los telómeros, mientras que actividades como la meditación mantienen la longitud de estos extremos de los cromosomas que protegen el ADN e intervienen en el proceso de envejecimiento. En otras palabras, la disciplina mental es capaz de afectar la expresión genética y regular la función de nuestro ADN. Para quienes dudaban de los poderes mentales del ser humano.
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Imagen de Julio Ruelas
La eudaimonia o el buen daimon
Personalmente, lo que me interesa más del trabajo de Cole es el énfasis en la eudaimonia. Su investigación sugiere que la salud humana y la felicidad misma es el resultado de un buen daimon (que es lo que significa la palabra eudaimonia). El daimon es, según se creía en la antigua Grecia, el genio o acompañante del alma (a veces usado como sinónimo mismo del alma o psique). “Ethos anthropos daimon“, escribió Heráclito, una frase que se traduce como “Carácter es destino” (daimon siendo destino en este caso). Quizás nos ayude más leer la frase de Heráclito, llamado a veces el primer psicólogo,  de esta forma: “El carácter del hombre es su daimon” y de aquí intentemos entender lo que es el daimon. 
Marsilio Ficino, el gran traductor de Platón y otros clásicos, eje del renacimiento cultural de la Florencia de los Medici, dijo sobre el daimon: “Quien descubre su propio genio a través de estos medios encontrará su trabajo natural y al mismo tiempo encontrará su estrella y su daimon. Siguiendo este camino obtendrá felicidad y bienestar”. Ficino, quien fuera conocido como “doctor del alma”, amplía aquí el sentido de la frase inscrita en Delfos “Conócete a ti mismo”; conocerse a sí mismo es conocer también a nuestro daimon, nuestro destino, ese espíritu que nos guarda y asedia, como “una estrella flotando sobre la tierra, conectada al alma”, según Plutarco. Patrick Harpur, quien ha relacionado al daimon con las apariciones numinosas de diferentes épocas –desde los ángeles y las hadas a los OVNIs- dice que una forma de imaginarlo es como “una manifestación personal de un dios impersonal”.
Jung en sus memorias dice “estoy consciente de que ‘mana’, ‘daimon’ y ‘dios’ son sinónimos del inconsciente -eso es otra forma de decir que sabemos tan poco de los primeros como del último”, y agrega que el inconsciente era un término “científico” y “racional” mientras que el “uso del lenguaje mítico”[el daimon] da “ímpetu a la imaginación”. Jung siempre quiso mantener legitimidad científica en su trabajo, por eso la predilección por el “inconsciente”. Aquí podemos también aplicar su máxima de “hacer consciente el inconsciente”, la clave de su psicología, lo que significaría en otras palabras familiarizarnos con nuestro daimon –para no ser inconscientemente víctima de su tiranía.
Quizá la fuente más reputada de lo que es el daimon es Platón, quien nos introduce al daimon de Sócrates, el cual lo encaminó a aceptar el destino de la cicuta y quien, relatando el mito de Er, señala que cada alma tiene asignada un daimon personal que se encarga de vigilar el cumplimiento de la “porción” entregada por las Moiras al nacer. El daimon es el encargado de administrar y atender ese destino que hilan las Moiras; un destino que no es del todo fatal, ya que fue elegido por nuestra alma. En cierta forma las Moiras (que son la porción misma que se entrega) se transpolan al daimon, que a su vez es el representante de Ananké, la diosa de la necesidad, madre de las Moiras. Por lo que podemos entender que nuestro destino es aquello necesario –lo que no podemos ceder, por eso el celo voraz del daimon.
En su libro The Soul’s Code, James Hillman argumenta que la enfermedad es una de las formas con las que el daimon –que participa en el arquetipo del trickster– nos obliga a reflexionar y recapacitar para que no nos desviemos del camino de nuestra necesidad interna, del llamado profundo de nuestra vida, acaso procrastinando por campos hedonistas o en la ambición de la materia (lo del ego es el principio del placer, lo del alma es el compromiso teleológico). En otra parte Hillman escribe: “Hasta que el alma no obtiene lo que quiere, nos enferma” (si estas inflamado no vayas al doctor, pregúntale al daimon). Manly P. Hall, el erudito fundador de la Philosophical Research Society, observa que la mayoría de las personas enfermas con las que ha tratado “no tienen una salida creativa”, como si el hecho de no estar creando, de no estar cumpliendo con su propia obra magna, cualquiera que sea (y muchas veces es el servir a alguien más), les restara fuerza vital (fuerza vital que que se alimenta de dar al mundo fuerza vital). “Negar la propia alma es ser separado de la fuente misma de la vida”, escribe Patrick Harpur, en El fuego secreto de los filósofos
Tiene sentido, las personas que manifiestan vivir una vida plena de significado –no de placer e indolencia– son también más sanas, no tienen un sistema inmune que lucha en su contra, activando tormentas inflamatorias con fuego cruzado. El sentido es la salud, el dao. Seguir el camino que marca el daimon, vivir en armonía con el pleito de nuestra alma, parece ser la clave de la salud. Todo lo demás son pequeñeces. Esto también hace eco de lo que descubrió Viktor Frankl en los campos de concentración de la Segunda Guerra Mundial: los hombres con sentido existencial no se desmoronaban ante las abyectas condiciones que enfrentaban. Howard Bloom, en su libro Global Brain, señala que los seres humanos somos “hipótesis que lanza la mente global” y aquellos hombres-hipótesis del devenir planetario que prueban ser valiosos para esta mente global, este superorganismo del cual somos como las células individuales, son recompensados, gratificando su sistema inmune con una cascada de dulces y relajantes drogas orgánicas: hormonas, neurotransmisores como dopamina, GABA, serotonina o el butirato (esa mantequilla de los dioses de la inmunidad); los otros, cuyas vidas no tienen significado para el colectivo, son inundados con cortisol y adrenalina y llevados a los ghettos y gulags de la inmunodeficiencia. 
¿Acaso es que la vida, ese misterioso hálito, es una dádiva, una bendición y una manda que es depositada en nosotros y que podemos perder en cualquier momento; que perdemos cuando nos alejamos de ese misterioso destino que nuestra alma eligió entre las estrellas?
Twitter del autor: @alepholo

miércoles, 25 de marzo de 2015

Nick Cave Cátedra sobre la canción de amor

Tomado de http://www.taringa.net/posts/arte/5919656/Nick-Cave-Catedra-sobre-la-cancion-de-amor.html


La siguiente transcripción fue tomada de la revista " diario de Poesía" , Junio a Octubre del 2009, N°78,traducción Arrambide Jaime, Buenos Aires-Rosario.
El 25 de septiembre de 1999,Nick Cave (Wangaratta,Australia,1957),lider del grupo de rock The Bad seed, pronunció en Viena esta conferencia acerca del modo en que el tema amoroso adquiere, cuando se lo transforma en canción, un estatuto religioso.

Nick Cave Cátedra sobre la canción de amor



Esta invitación a venir a aquí a dar clase, a disertar, a impartir el conocimiento que he reunido sobre la poesía, sobre la escritura de las letras de canciones, me llena de sentimientos encontrados. El más fuerte, el más insistente de esos sentimientos, tiene que ver con mi padre, que era profesor de literatura inglesa en la escuela secundaria a la que yo asistía en Australia. Recuerdo claramente cuando tenía alrededor de doce años y me sentaba en el aula o el salón de actos, como ustedes ahora, a escuchar a mi padre, que estaba parado aquí donde estoy yo ahora, y me decía para mis adentros, en mi tristeza e infelicidad, porque yo básicamente era un niño sombrío e infeliz: "No importa demasiado lo que haga con mi vida siempre y cuando no termine como mi padre". A los cuarenta años de edad,me parece que todo lo que pueda hacer me acerca más a él, me hace cada vez más parecido a él. A los cuarenta años, me he convertido en mi padre, y acá estoy, enseñando.
Hoy me gustaría hablar un poco de "la canción de amor", contarles mi propio acercamiento a ese género de la escritura de canciones que forma parte, según creo, del corazón mismo de mi búsqueda artística personal.. Y quiero repasar otros trabajos, que por los motivos que sean, considero como logros sublimes de la más noble de las búsquedas artísticas: la creación de una gran canción de amor.
Al mirar atrás a estos últimos veinte años, veo que prevalece una cierta claridad. En medio de la locura y el caos, pareciera que he estado golpeando el parche de un mismo tambor. Veo que mi vida artística ha estado abocada al intento de articular la naturaleza de un sentimiento de pérdida casi palpable y que se ha cobrado mi vida. Un enorme abismo que se abrió paso bajo mis pies con la inesperada muerte de mi padre, cuando yo tenía diecinueve años. La manera que encontré de llenar ese agujero, ese vacío, fue escribir. Fue mi padre el que me enseñó, como si hubiese querido preparame para su partida. Escribir me permitio tener acceso directo a mi imaginación, a la inspiración y, en definitiva, a Dios. Gracias al uso del lenguaje, advertí que podía dar existencia a Dios con la escritura. El lenguaje se convirtió en la sábana que arrojaba sobre el hombre invisible para darle forma. Mi primera motivación como artista sigue siendo hacer realidad a Dios a través de las canciones de amor. La canción de amor es quizás el don humano más sincero y distintivo en el que podemos reconocer a Dios, y es un don que Dios mismo necesita. Dios nos dio ese don para que podamos hablarle y cantarle en vida, porque Dios vive en la comunicación. Si el mundo se quedara de pronto en silencio, Dios se descontruiría y moriría. El propio Jesucristo dijo en una de sus más bellas frases, " Donde dos o más se reúnan en mi nombre, allí estaré yo en medio de ellos". Lo dijo porque allí donde se reúnen dos o más personas, hay lenguaje. Yo descubrí que el lenguaje era como un bálsamo para las heridas que me dejó la muerte de mi padre. El lenguaje se convirtió en un bálsamo para la nostalgia.


nick cave
Si bien la canción de amor toma muchas formas -canciones de exultación y alabanza, canciones de rabia y desesperación, canciones eróticas, canciones de pérdida y abandono-, todas están dirigidas a Dios, pues la canción de amor habita en el atormentado reino de la nostalgia. Es como un aullido en el vacío, un pedido de Amor y de solaz, y está viva en los labios del niño que pide por su madre. Es la canción del amante que pide por su amada, el desvarió del suplicante lunático que implora a su Dios. Es el grito de alguien encadenado a la tierra, a la banalidades mundanas, que ansía volar, volar hacía la imaginación, la inspiración y la divinidad. La canción de amor es el sonido de nuestro esfuerzo por elevarnos por encima de las ataduras y mediocridades del mundo.
Me parece que la pérdida de mi padre generó un vacío en mi vida, un espacio en el que las palabras comenzaron a flotar, reunirse y a encontrar sentido. El gran W. H. Auden dijo: "La así llamada experiencia traumática no es un accidente, sino la oportunidad que el niño ha estado esperando pacientemente -de no haber ocurrido, habría encontrado otra- para empezar a tomarse la vida en serio". La muerte de mi padre fue la "experiencia traumática" de la que habla Auden y que dejó ese agujero que Dios debía llenar. Es muy bella esa idea de que nosotros mismos creamos nuestras catástrofes personales y que son las fuerzas creativas de nuestro interior quienes las instrumentan. Todos tenemos necesidad de crear, y la tristeza es un acto creativo. La canción de amor es una canción triste, es el sonido mismo de la pena. Todos hemos experimentado en nuestro interior eso que los portugueses llaman saudade, que se traduce como un inexplicable sentimiento de nostalgia, un anhelo inefable y enigmático del alma. Ese es el sentimiento que habita en el reino de la imaginación y la inspiración, terreno de cultivo de la canción triste, pues la canción de amor es la luz de Dios que se abre paso desde lo más profundo y estalla en nuestras heridas.

En su brillante conferencia titulada "Teoría y juego del Duende", Federico García Lorca intenta desentrañar la inquietante e inexplicable tristeza que habita en el corazón de ciertas obras de arte. "Todo lo que tiene sonidos negros tiene duende", dice. "Poder misterioso que todos sienten y que ningún filósofo explica". En el ámbito del rock contemporáneo, área en la que me desempeño, la música parece menos proclive a tener alma propia, estremecida e incansable, esa tristeza de la que habla Lorca. Entusiasmo, muchas veces; rabia, puede ser; pero verdadera tristeza raramente. Bob Dylan siempre la ha tenido. Leonard Cohen comercia específicamente con ella. Acecha a Van Morrison como un perro negro y sin embargo intenta escaparse. Tom Waits y Neil Young son capaces de conjurarla. Persigue a Polly Harvey. Mis amigos de Dirty 3 la tienen a raudales. A la banda Spiritualised los excita. Tindersticks la desea con desesperación, pero en general el duende parece demasiado frágil para sobrevivir a la brutalidad de la tecnología y la creciente aceleración de la industria de la música. Quizás en la tristeza simplemente no haya dinero, ni haya dólares en el duende. Tristeza y duende necesitan espacio para respirar. La melancolía detesta el apuro y flota en silencio. Hay que tratarla con cuidado. Las canciones de amor deben tener duende. Porque la canción de amor nunca es realmente feliz. Debe en primer lugar tener potencial para el dolor. Esas canciones que hablan de amor sin tener entre sus líneas una pena o un suspiro no son canciones de amor sino más bien canciones de odio disfrazadas de canciones de amor, y no son de fiar. Esas canciones nos niegan nuestra humanidad y nuestro derecho divino de estar tristes, y son la basura que llena las ondas de radio. En la canción de amor debe resonar el susurro de la pena, el tintineo del dolor. El escritor se niega a explorar las zonas oscuras del corazón nunca será capaz de escribri convincentemente acerca del milagro, la magia y la alegría del amor, del mismo modo en que la bondad es sospechosa si no ha respirado el mismo aire que la maldad, y aquí me viene a la mente imperecedora metáfora de Cristo, crucificado entre dos criminales. Por lo tanto, en el entramado de la canción de amor, en su melodía, su letra, uno debe ser capaz de de reconocer su potencial para el sufrimiento.

amor
En su notable canción "Perferct Day, Loud Reed escribe, casi en forma de un diario, los eventos que deben concurrir para que un día sea perfecto. Es un día que vibra con la belleza suspendida del amor, un día que él y su amada se sientan en el parque a tomar sangría, alimentan a los animales en el zoológico, van al cine, etc. Pero son las líneas que oscurecen el tercer verso, "Me sentía otro, me sentía alguien bueno", las que transforman esta canción, de otra manera sentimental, en la obra maestra de la melancolía que es. Estas líneas no sólo rezuman fracaso y vergüenza, sino que nos recuerdan de manera más general la naturaleza efímera del amor, que tendrá su día "en el parque", pero como Cenicienta, que debe regresar a medianoche al hollín y las cenizas de su mundo sin magia, él también deberá regresar a su antiguo ser, su ser malo. Esta canción emana del vacío, arropada por la pérdida y la nostalgia.
Cuando tenía alrededor de veinte años, comencé a leer la Biblia y descubrí en la brutal prosa del Antiguo Testamento, en el sentimiento de sus palabras y sus imágenes, una fuente de inspiración. El "Cantar de los Cantares", quizás el mejor poema de amor jamás escrito, tuvo un impacto decisivo en mí. Su naturaleza abiertamente erótica, el viaje metafísico por el cuerpo de lo amantes -los senos comparados con racimos de uvas y jóvenes venados, el cabello y los dientes comparados con rebaños de cabras y ovejas, piernas como columnas de mármol, el ombligo como copa, el vientre como una parva de trigo-, y su asombroso imaginario, nos disparan al mundo de la pura imaginación. Aunque los amantes están físicamente separados -Salomón queda excluido del jardín donde canta su amada-, la salvaje y obsesiva proyección de uno de los amantes sobre el otro los funde en un mismo ser, construidos con una serie de metáforas de arrebato amoroso.
El "Cantar de los Cantares" es una extraordinaria canción de amor, pero la que realmente me atrapó fue esa serie de poemas-canciones conocida como los Salmos. Descubrí que los Salmos, que tratan directamente del vínculo entre el hombre y Dios, desbordaban de ese clamor desesperado, de esa nostalgia, exaltación, violencia y brutalidad eróticas que yo estaba buscando. Los Salmos están empapados de saudade, henchidos de duende y bañados de violencia destemplada. En muchos sentidos, esas canciones se convirtieron en el modelo de mis canciones de amor más sádicas. En partícula el Salmo 137 -uno de mis favoritos, que la pequeña y fantástica banda Boney M. convirtió en un éxito- es un pefecto ejemplo de todo lo que vengo diciendo. La canción de amor debe originarse en el reino de lo irracional, del absurdo, de la distracción, la melancolía, la obsesión y la insania, pues la canción de amor es el ruido del amor mismo, y el amor, por supuesto, es una forma de locura. Ya se trate del amor a Dios o de amor romántico, erótico, todas son manifestaciones de nuestra necesidad de arrancarnos de la racionalidad, de perder la cordura, por así decirlo.
En el salmo 137, el poeta descubre que está cautivo en "una tierra extraña" y estalla en loas a Sión. Jura amor a su tierra natal y sueña con vengarse. El salmo espanta por la violencia de esos sentimientos, pues el hombre canta el amor a su tierra y su Dios mientras asegura que estaría feliz de asesinar a los hijos de sus enemigos. Lo que yo descubrí una y otra vez en la Biblia, especialmente en el Antiguo Testamento, es que los versos de arrebato, de éxtasis y de amor, pueden albergar en su interior sentimientos aparentemente opuestos, de odio, venganza, furia, etc., que no se excluyen mutuamente. Es una idea que ha dejado una marca muy duradera en mis canciones.

poesía
Dentro del mundo de la música pop moderna -un mundo que se ocupa ostensiblemente de la canción de amor, pero que en realidad no hace más que esparcir por las ondas de radio porciones tibias y amarillentas de vómito de bebé-, la verdadera tristeza no es bienvenida. Pero a veces aparece una canción que detrás de su ritmo plástico y descartable oculta la lírica de un amor de magnitud devastadora. "Better The Devil You Know" (Mejor malo conocido", escrita por los fabricantes de éxitos Stock, Altkin y Waterman e interpretada por la sensación del pop australiano Kylie Minogue, es una de esas canciones. El terror del Amor disfrazado detrás de una música pop inocua y hueca es un concepto inquietante. " Better The Devil Know" es una de las letras de amor más violentas y desesperadas de la música pop.
Decí que no me vas a abandonar
Y yo te vuelvo a aceptar
Basta de excusas, no más
Las conozco todas ya
Una y mil veces o más

Voy a perdonar y olvidar
Si decís que no te vas
Lo que dicen es verdad:
Mejor malo conocido

Ya conozco tu canción
Me decís que me amás
Y no pido nada más
Vos me llamás y yo, voy


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Cuando Kyie Minogue canta esas palabras, la inocencia en su voz hace aún más convincente el horror de esta letra estremecedora. La idea presente en el interior de esta canción es negra, siniestra y triste -que todas las relaciones de amor son abusivas por naturaleza, y que ese abuso, ya sea físico o psicológico, es bienvenido y celebrado- y demuestra hasta que punto la canción más inocua puede esconder terribles verdades humanas. Como Prometeo encadenado su roca para que el águila pueda comerle el hígado cada noche, Kylie se ofrece como cordero para el sacrificio del amor, con un balido que conmina al lobo hambriento a devorarla cuantas veces quiera, todo al ritmo de un tecno pegadizo. "Y yo te vuelvo a aceptar. Te acepto una vez más". Claro que sí. De ese modo, las canciones de amor se convierten en vehículo de un desgarrador retrato de la condición humana, no demasiado diferente al que brindan los Salmos del Antiguo Testamento.
Como dije anteriormente, mi vida artística a girado entorno al deseo, para ser más exactos, la necesidad de articular los diversos sentimientos de pérdida y nostálgia que han resonado entre mis huesos y zumbado en mi sangre durante toda mi vida. En ese proceso he escrito alrededor de doscientas canciones, en su gran mayoría canciones de amor. Canciones de amor y por lo tanto, según mi definición, canciones tristes. De esa considerable masa de material, hay una puñado de canciones que se destacan como verdaderos ejemplos de lo que he estado diciendo. "Sad Waters", "Black Hair", "I Let Love In", "Deanna", "From Her To Eternity", "Nobody´s Baby Now", "Into my Arms", "Lime TreeArbour", "Lucy", "Straigh to You" son todas canciones de las que estoy orgulloso. Son hijos tristes, violentos, de mirada oscura, que se quedan sentados sólos y amargados y no juegan con las otras canciones. En su mayoría, son hijos de embarazos complicados y partos difíciles y dolorosos. En su mayoría, tiene su origen en experiencias personales directas y fueron concebidos por diversos motivos, pero las canciones de ese grupo tan variado son finalmente lo mismo: sogas lanzadas hacia la galaxia de la divinidad por un hombre que se ahoga.
La razones que me impulsan a escribir canciones de amor son incontables. Algunas de esas razones me quedaron más claras cuando me senté con un amigo, al que por respeto llamaré J.J., y admití que ambos sufríamos de un desorden psicológico al que los médicos llaman erotografomanía. La erotografomanía es el deseo obsesivo de escribir cartas de amor. Mi amigo me confesó que en los últimos cinco años había escrito más de siete mil cartas de amor a su esposa. Estaba extenuado, y su vergüenza era casi palpable. Yo sufro la misma enfermedad, pero afortunadamente todavía no he llegado a un estado tan avanzado como mi pobre amigo J. Debatimos sobre el poder de la carta de amor y descubrimos, sin mucha sorpresa, que era muy similar al de la canción de amor. Ambas funcionaban como una extensión de las meditaciones sobre el ser amado. Ambas servían para acortar la distancia entre el autor y el destinatario. Ambas contenían un fuerza y una perdurabilidad de la que carece la palabra hablada. Ambas tenían la capacidad de reinventar con palabras al ser amado, como Pigmalión con el amante de piedra de su propia creación. Desafortunadamente, la forma más entrañable de la correspondencia, la carta de amor, ha sufrido tanto como la canción de amor, a manos de la gélida velocidad tecnológica y del desapego de esta época desalmada
Finalmente, me gustaría repasar una de mis propias canciones de amor, que grabé para el albúm llamado The Boatman´s Call. Siento que esta canción es un buen ejemplo de mucho de lo que he dicho hoy aquí. La canción se llama "Far From Me"

Para tu amor nací
Para vos me criaron
Para vos he vivido y para vos moriré
Y por vos estoy muriendo
Eras mi loquita, mi amante
En un mundo donde cualquiera se coge a/cualquiera
Tan lejos de mí
Lejos de mí
Te hablaba de mil cosas
Y me contestabas con una sonrisa
Entonces el sol se iba de tu carita
Y te replegabas del frente de tu ojo
Me decís que estás mejor así
Espero que tu corazón lata contento en
/ese pecho de niña
Tan lejos de mí
Lejos de mí
No hay nada qué saber, pero lo sé
No hay nada que aprender de esa voz
/ausente
Que llega a mí desde el otro lado de la línea
Desde lo ridículo hacia lo sublime
Me alegra oír que te va bien
Pero podrías encontrar a otro a quien
/llamar para contarle
¿Alguna vez te importé?
¿Alguna vez estuviste para mí?
Tan lejos de mí
Dijiste que te ibas a quedar pegada a mí
Esas fueron tus palabras
Amiga sólo en las buenas
Fuiste mi amante corazón de león
Qué a la primera de cambio corrió con su mamá
Tan lejos de mí
Lejos de mí
Suspendida en tu negro océano sin peces
Lejos de mí
Lejos de mí

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Me tomó cuatro mese escribir "Far From Me", que fue lo que duró la relación que describe la canción. Los primeros versos fueron escritos durante la primera semana del romance, están llenos de heroicidad dramática del amor nuevo, y describen el sentimiento en su totalidad, sin descartar su potencial de sufrimiento, "Y por vos estoy muriendo". Sitúan a los amantes en un mundo indiferente "donde cualquiera se coge a cualquiera" e incorporaran la idea de distancia física que el título sugiere. Extrañamente, sin embargo, y como si hubiese esperado a que se produjera la "experiencia traumática" de la que hablábamos antes, la canción no se dejó terminar hasta que la catástrofe finalmente ocurrió. Algunas canciones son así de tramposas, y lo más sabio es tener mucho cuidado con ellas. Muchas veces descubro que las canciones que escribo saben más de lo que pasa en mi vida que yo mismo. Tengo páginas y páginas de cuartetas para esta canción que fueron escritas cuando la relación iba viento en popa. Una dice así:
La camelia, la magnolia
Tienen flores tan hermosas
Y las campanas de Santa María
Nos dan la hora
Palabras bonitas, inocentes, que ignoraban que un día u otro se vendría abajo. Las canciones de amor que se apegan a la experiencia real, que son una poetización de hecho reales, contienen un belleza muy especial. Siguen vivas igual que los recuerdos, y como están vivas crecen, se transforman y desarrollan. "Far From Me" es una canción que ha encontrado su propia personalidad, una que excede la que yo le di originalmente al escribirla y que tiene el poder de modificar mis propios sentimientos acerca del hecho en sí. Es algo extraordinario, y uno de los maravillosos oficios de escribir canciones. La canciones que he escrito y que tratan de relaciones pasadas se han convertido en relaciones en sí. A través de esas canciones, he logrado hacer un mitología de los hechos comunes de mi vida, elevándolos del plano de lo temporal para lanzarlos más allá de las estrellas. La relación que describe "Far From Me" ya fue y ya pasó, pero la canción sobrevive, como un pulso que recorre mi pasado. Veinte años hace que escribo canciones y los abismos de vacío se siguen ensanchando. Esa tristeza inexplicable, ese duende, esa saudade, ese divino descontento persiste y quizás persista hasta que le vea la cara al mismo Dios. Pero cuando Moisés quiso verle la cara a Dios, en Éxodo 33, 188, le respondieron que no podría resistirlo, que ningún hombre puede ver su rostro y vivir para contarlo. A mí, en todo caso, no me importa. Me alegra estar triste. Pues el residuo, los desechos de esa búsqueda, las canciones mismas, mi torcida progenie de hijos de ojos tristes, andan por ahí y de alguna manera me protegen, me consuelan y me mantienen vivo. Son los compañeros de exilio del alma, los que la salvan de ese anhelo irrefrenable de algo que no pertence a este mundo. La imaginación necesita reemplazarlo, y al escribir canciones de amor uno se sienta a la mesa con la pérdida y la nostalgia, con el éxtasis de la locura y la melancolía, con la magia el gozo y el amor, y con algunas cantidades de respeto y gratitud. La búsqueda espirtual tiene muchas caras: religión, arte, drogas, trabajo, dinero, sexo. Pero esa búsqueda rara vez sirve a Dios de manera tan directa como escribir canciones de amor, y rara vez la recompensa es tan grande.